viernes, 15 de agosto de 2014

Ernst Lubitsch - Remordimientos 1932 (Broken Lullaby - The Man I Killed)


Ficha técnica:

Título original: Broken Lullaby - The Man I killed
Año: 1932
País: Estados Unidos
Género: Drama. I Guerra Mundial
Dirección: Ernst Lubitsch
Guión: Reginald Berkeley, Samson Raphaelson, Ernest Vajda (Obra: Maurice Rostand)
Duración: 72 min
Reparto: Lionel Barrymore, Nancy Carroll, Philips Holmes, Louise Carter, Lucien Littlefield

Datos del archivo:

Idioma: Inglés con subtítulos incrustados en francés
Calidad: DVDRip
Formato: MP4
Tamaño: 346 MB

Sinopsis:

Tras la Primera Guerra Mundial, Paul Renard, un joven francés, vive obsesionado por el recuerdo de Walter Holderlin, un soldado alemán al que mató. Paul leyó y firmó la última carta de Walter y va a Alemania para confesárselo a la familia del soldado y rogar su perdón. Cuando la localiza, no puede confesar su pasado y finge haber sido amigo de Walter. Paul y Elsa, la prometida de Walter, se enamoran y la relación del joven con los Holderlin se estrecha... (FILMAFFINITY)

Enlace:

domingo, 25 de diciembre de 2011

Crítica de Cine: Poesía, de Lee Chang-dong


Mija (Yun Jeong-hie) tiene 66 años y vive con su nieto en una provincia de Surcorea. Trabaja cuidando a un hemipléjico y recibe una pensión del gobierno. Le gustan las flores y, según confiesa, hablar cosas raras. Por eso se inscribe en un curso de poesía, aunque le cuesta escribir y encontrar la inspiración. Además, está empezando a olvidar algunas palabras, producto de un incipiente alzheimer que acaban de diagnosticarle. Mija viste bien, es encantadora y cuenta que en el pasado rompió muchos corazones.

Mija empieza a asistir a clases y el profesor (Kim Yong-taek) le dice que amar la poesía consiste en descubrir la belleza verdadera en todo lo que vemos ante nosotros. Y que, por ejemplo, la inspiración llega al “conversar” con la manzana, al sentirla, escucharla, morderla; incluso en el desagüe del lavavajillas pueden develarse maravillas. Pero la intimidad de la protagonista no está hecha de manzanas, árboles y cosas simples. El mundo, para ella, está por volverse demasiado extraño.

Su nieto Joon-wook (Lee Da-wit), junto a otros amigos de escuela, están involucrados en el suicidio de una compañera. Los padres de éstos deciden proponerle a la madre (Park Myeong-shin) de ella un arreglo económico para que no denuncie el crimen y cuidarse, al mismo tiempo, de que la prensa no lo investigue. Mientras los encargados del colegio aprueban la idea, Mija la recibe con un silencioso desconcierto. No sabe como conseguirá la parte del dinero que le corresponde entregar.

El relato de Poesía corre con la delicadeza de los buenos modales y la ambigüedad de los acuerdos por conveniencia. Avanza con el encuadre preciso y la palabra precisa, sosteniendo la idea de que los mayores ya no conocen a sus hijos y nietos. Que un abismo cultural los separó de una generación que disolvió el pasado, sus costumbres y valores. La generación que adquirió autonomía y relativiza la muerte, el sexo, el pudor. Y a la cual poco le interesan las vidas de viejos con recuerdos de viejos.

El punto de vista de la dirección se compromete con la perplejidad de la protagonista, quien, en medio de ella y casi sin percatarse, llega a la escritura para sobreponerse al sufrimiento, asimilar la marcha demoledora del tiempo y proteger la memoria. La capacidad de evocación de esta obra está contenida en buena parte de su espléndido guión, galardonado con la Palma de Oro en la penúltima edición del Festival de Cannes.

Una película que se titula Poesía bien puede inducir a imaginar contenidos cifrados o tinglados metafóricos. Afortunadamente, la cinta no se hunde en charcos intelectuales. Porque su tema no es la pedagogía literaria. Su tema es la pedagogía del dolor. Explorar en ese aprendizaje siempre es un desafío que sólo logra superar la seguridad de los grandes cineastas. Y Lee Chang-dong es uno de ellos.

SHI
Dirección y guión:
Lee Chang-dong Con: Yun Jeong-hie, Kim Yong-taek, Lee Da-wit, Park Myeong-shin, Hira Kim. 139 minutos.

sábado, 15 de octubre de 2011

Imágenes de muerte: Raúl Ruiz en Hollywood


¿Raúl Ruiz en Hollywood? Sí, así es. En 1998. Ruiz fue capaz de cruzar la frontera. Se dio ese lujo. Fue capaz de ir y volver. Fue capaz de ceder ante las estandarizaciones de la industria, pero sin abjurar de los principios básicos de su filmografía. Y fue capaz de no atrincherarse en el lado de las vanguardias, desde cuya marginalidad bien podría haberse vanagloriado. Iluminador resulta, entonces, saber que las contradicciones contenidas en sus películas también fueron parte su vida. Una carrera tipo Dr. Jekyll y Mr. Hyde, como reconoció en una de sus últimas entrevistas.

Imágenes de muerte fue el trabajo a que unió a Ruiz con la factoría estadounidense. En colaboración con el productor Barbet Schroeder y el guionista Duane Poole, el cineasta nacido en Puerto Montt refuerza aquí sus premisas autorales: la tensión entre realidad e ilusión, entre verdad y simulacro, tanto cinematográfica como representacional. En el papel, esta cinta se inscribe en el género del thriller psicológico, pero tiene argumento de melodrama. Raro. También es raro que estas coordenadas den para perderse: buena parte del suspenso proyectado no responde a ninguna lógica de causalidad.

Jessie (Anne Parillaud) trabaja asesinando hombres por encargo. Laura (Lissane Falk) le paga para liquidar a Brian (William Baldwin), su ex marido, con quien Jessie comienza a tener un romance. Mientras tanto, otra Jessie – ¿otra? ¿La buena? – acaba de casarse con Brian y juntos han viajado a Jamaica para pasar su luna de miel. En el hotel donde llegan a hospedarse los recibe Paula Quinn -¿o Laura Quinn?-, personaje encarnado también por Lissane Falk. Dicho esto, y para no aumentar la magnitud del enredo, mejor no seguir.

No es descaminado pensar que Imágenes… le dejó a Ruiz un sabor amargo. Al director de Tres tristes tigres le gustaba equilibrar trozos de pastel con trozos de vida y el resultado en esta pasada dejó a los primeros asfixiando a los segundos. En efecto, debió dotar a su montaje de demasiada espectacularidad, aceptando además la depravación actual del cine americano contemporáneo que el mismo denunciaba: la inadecuación entre el tiempo de la historia y el tiempo cinematográfico.

En contrapartida, sí pudo establecer ese habitual aproximación a lo irracionalizable, a la conciencia disociada y a la complejidad del mundo fenoménico. A ese tejido incoherente y reversible de eventos, azares, acciones e interacciones, que Ruiz a lo largo de su obra escenificaba sin hacer gala de una erudición que, desde luego, poseía. En cambio, prefería desplegar sentido del humor. Tomar distancia de cualquier forma de verosimilitud dramática.

Pueden ser dos filmes, cada cual con una secuencialidad independiente, pero bajo una misma nominación. O bien, sólo un filme de tramas paralelas que alternan, convergen y se afectan. Ruiz nunca deja en claro quién sueña y quién permanece en vigilia. Si es que no son ambas quienes sueñan o ambas quienes están en vigilia. Cuando hacia el final, Imágenes… se inclina a responder dichas preguntas, los planos de cierre, con dos Jessies reflejándose a través de un espejo, acentúan la perplejidad y aniquilan la complacencia.

Luego de lo que se pretendió explicar, ¿queda un poco más legible el panorama? De no ser así, más de una razón hay para justificar estos eventuales palos de ciego. Porque resulta una pérdida de tiempo atar los cabos para entender lógicamente el puzzle. Porque a ratos nuestras capacidades perceptivas soslayan aparentes trivialidades. Porque su cine es paquidérmico en términos de interpretaciones y lecturas. Porque es casi una imprudencia reducir siquiera una cinta suya a siete párrafos.

SHATTERED IMAGE (1998) Dirección: Raúl Ruiz Con: William Baldwin, Anne Parillaud, Lisanne Falk, Graham Greene. 103 min.

sábado, 8 de octubre de 2011

Comentario de TV: La doña



La estética recargada y grandilocuente de “La doña”, nueva teleserie nocturna de Chilevisión, merece algún aprecio y al final un gran castigo. Cuando ella se traduce en potenciar la dirección de arte, cuyo presupuesto llegó a niveles más que generosos, la propuesta gana en carácter y estilo. En cambio, cuando invade la narración en su totalidad, la experiencia se vuelve ingrata.

Ciertamente, cualquier melodrama tiene licencia para la exageración. Sin embargo, el hecho de que en esta producción esté llevada al paroxismo –en el guión, en las actuaciones, en el perfil de los personajes, en la resolución de las escenas- solamente confirma que la señal de Turner hace un buen rato optó por la “tropicalización” de su área dramática, a la cual el director Vicente Sabatini llegó para adaptarse.

Así las cosas, más que profundizar en temas de sus anteriores trabajos, el interés visible del ex realizador de TVN consiste en generar climas. Desde sus primeras secuencias, “La doña” golpea con atmósferas de sordidez, de odiosidad y, sobre todo, de lascivia. Si en un principio esas libertades del horario fueron sinónimo de riesgo, hoy parecen una opción conservadora que sólo alimenta el morbo. En eso Chilevisión ha estado volando alto últimamente y, por tanto, no sorprende su liderazgo a la hora de destinar a sus audiencias lo que quieren ver.

Como nueva reconstrucción empática del Chile colonial y de la figura de Catalina de los Ríos, puede ser valiosa. Como escenario del regreso de la dupla Sabatini-Di Girólamo, puede resultar interesante. Pero como teleserie, “La doña” no se salva: el resultado es de regular a malo.


LA DOÑA (Chilevisión) Dirección: Vicente Sabatini Jefe de libretos: Carlos Galofré Con: Claudia di Girólamo, Juan Falcón, Alfredo Castro, Rodrigo Pérez, Luz Jiménez, Ricardo Fernández, Cristián Carvajal, Alejandro Goic, Sofía García Lunes a Jueves 22:30 hrs

viernes, 2 de septiembre de 2011

Crítica de Cine: Meek's cutoff, de Kelly Reichardt


Termina la proyección de Meek’s cutoff, la última película de la norteamericana Kelly Reichardt, y uno sale de la sala con una sensación que bien describió el año 90 Héctor Soto, cuando señalaba, en su crítica de Danza con lobos,  que “el cine del Oeste, en un error histórico de proporciones, fue enterrado antes de tiempo”. Buena parte de esa impresión provocada por la cinta de Kevin Costner revivió dos años después con el estreno de Los imperdonables de Clint Eastwood y recientemente con Temple de acero de los hermanos Coen.

Meek's cutoff podría considerarse una rareza por el que coraje que se necesita en estos tiempos para rodar un western. Pero también porque, descontado que sus imágenes rescatan la majestuosidad del paisaje, el empuje individual o una cierta ambigüedad moral, está lejos de ser un acto de genuflexión al género. Más bien lo enriquece bajo una premisa propia. Tiende a celebrar la vacilación más que el arrojo, la piedad más que la crueldad, la rudeza femenina tanto o más que la viril.

En lo básico, la película cuenta la historia de un viaje y luego gira hacia una búsqueda de sobrevivencia. Estrenada el 2010 en el Festival de Venecia y hace una semana en Sanfic 7, tiene como punto de partida un caluroso día de 1845, cuando tres familias pioneras contratan al montañés Stephen Meek (Bruce Greenwood) para que los conduzca por el desierto de Oregon, junto a unas pocas cabezas de ganado, hacia los terrenos vírgenes que transformarán en su hogar.

Esta es la cinta de Reichardt con mayor presupuesto, pero su obsesión no es la megalomanía. Tal como en Old joy y Wendy & Lucy, sus temas refieren a la tensión del individuo con su entorno, al nexo entre bondad y fatalidad que genera cuestionamientos acerca del mundo y las personas que habitan en él. ¿Quiénes pueden estar detrás de desdichas tan concretas? ¿Quién es y quién fue el guía Stephen Meek? ¿Es un ignorante de la ruta que asegura conocer o algo peor? ¿Quién es y fue el indio cayuse (Rod Rondeaux) en el cual los colonizadores terminan confiando? ¿Por qué se comporta así? ¿Por qué sonríe cuando no debe?

Por cierto, Meek’s cutoff no responde esas interrogantes. Al contrario. Acentúa la perplejidad con la fijación visual, la duración del plano, el montaje tonal de escasas incidencias. Es un modelo de incertidumbre narrativa -tanto diegética como extradiegética-, donde los hechos compiten con las especulaciones, donde sus personajes transitan desde el candor hacia el recelo, mientras la realidad se vuelve aplastante en términos de frustraciones.

Por todo lo mucho que puede decirse del largometraje, valgan algunas conclusiones: Reichardt tributa al realismo con un tratamiento espléndido de los recursos expresivos. Conserva los mismos niveles de grandeza y modestia, de serenidad y nervio, de libertad y aplicación de sus anteriores trabajos. Sigue las coordenadas de ese mundo personal y reconocible que otra vez hace renovar la admiración por su cine.

MEEK’S CUTOFF
Dirección:
Kelly Reichardt Con: Michelle Williams, Bruce Greenwood, Shirley Henderson, Will Patton, Neal Huff, Zoe Kazan, Paul Dano, Rod Rondeaux 104 min.

lunes, 29 de agosto de 2011

Crítica de Teatro: Erich von Stroheim



Una mujer graba videos pornográficos (Carolina Jullian), un gigoló se jacta de sus disfraces (Cristián Carvajal) y un muchacho, apodado "el soldadito", (Guillermo Ugalde) se está iniciando sexualmente. En mayor o menor medida, estos tres personajes (Ella, El Uno, El Otro) personifican el rol de Erich Von Stroheim, figura real aludida en el título de este semimontaje presentado en el pasado Festival de Dramaturgia Europea Contemporánea.

Actor y director de cine judío-austriaco, Von Stroheim abandonó sus estudios en la Academia Militar de Viena en 1909 para irse a Hollywood, donde se nacionalizó. En 1922, fue despedido del estudio donde trabajaba tras escribir, dirigir y protagonizar Esposas frívolas, una historia sexual que ocurría en Montecarlo.

En consecuencia, el dramaturgo francés Christophe Pellet  toma como punto de partida a dicho artista para hablar de
 una condición humana agónica, descentrada y carente de afectos.  Esta posición filosófica se deja ver en una obra donde la densidad de la palabra predomina por sobre el argumento. 

Con el objetivo evadir los sinsabores del entorno y huir de sí mismos, el trío protagónico se somete al deleite físico y a la sobreactividad. Sin embargo, termina consiguiendo lo contrario: despertar una vocación tanática de naturaleza destructiva y mortífera. Y  si acaso buscaba la felicidad, elige un camino erróneo y obtiene sólo el espejismo de ella, su imagen proyectada sobre una pantalla o reproducida en un computador.

Puestas así las cosas, sus juegos vuelven banal y convencional la experiencia del sexo. Por eso aquí no se muestra siquiera una gota de erotismo, concepto hallado en las antípodas de la rijosidad extrema exhibida por estos seres limítrofes, quienes se mueven en una cuerda tensa de disociación e inspiran grados proporcionados de compasión y desprecio. Esta circunstancia está acentuada por una musica incidental distintiva del cine negro.

Desde el punto de vista narrativo, la modalidad que rompe la unidad espacio temporal -zonas son aisladas por la iluminación para escenas independientes- se plantea coherente a la conciencia desgarrada del trío. Por su lado, el dispositivo escénico ordenado y perfecto no hace sino subrayar, por contraste, el encubrimiento de la intimidad de los personajes. No hay en esto último pretensiones de realismo sicológico, más allá de que El Uno recuerda un episodio traumático sufrido cuando niño .

Las ideas de Erich von Stroheim resuenan en una sociedad que concibe al cuerpo como vía de escape y de liberación del dolor. Durante la casi hora y media de representación, el ajetreo de los actores en escena, de una cosa a la otra, de una nada a la siguiente, construye una triste coreografía de la elusión. Propuesta escrupulosa, llena de contenidos, alegorizando un antimodelo social y, quizás por ello, nunca de fácil asimilación.

ERICH VON STROHEIM
Dirección: Rodrigo Pérez Dramaturgia: Christophe Pellet Con: Cristián Carvajal, Carolina Andrea Jullian, Guillermo Ugalde Diseño Integral: Catalina Devia Producción: Teatro La Provincia

jueves, 4 de agosto de 2011

Comentario de TV: Peleles



En principio son cuatro: Patricio Carmona (Daniel Alcaíno), Fabián Pizarro (Néstor Cantillana), Alberto Jara (Claudio Arredondo) e Ignacio Varas (Mario Horton). Pronto se les suman Felipe Tagle (Cristián Campos) y el hijo de Jara (Martín Castillo). La fórmula recuerda a Machos (2003), pero sólo en lo que dice relación con un grupo de hombres con distintas personalidades. En Peleles, la primera teleserie nocturna de Canal 13, no vemos a hermanos galanes ni tampoco casas con vista al mar.

A dos semanas de su estreno (promedio de 16 puntos de sintonía), la realización retrata al arquetipo social “chileno medio” y, en ese sentido, el casting resulta un éxito. Poco importa la rapidez del proceso (sólo en Jara se vislumbra una encrucijada moral), cuando tras un mes de haber sido despedidos de la empresa en que trabajaban, e impelidos por las deudas, deciden unirse y convertirse en una banda de delincuentes.

Dirigida por León Errázuriz (Huaquimán y Tolosa) junto a Roberto Rebolledo (Feroz), Peleles se desliza por la pendiente de la comedia agridulce, alcanzando sus mayores resonancias en temas serios: líos familiares, penurias económicas, cesantía. Tanto el guión de Rodrigo Cuevas (Los 80) como la puesta en escena son ágiles y sirven sobre todo al edificio actoral cuando evidencian las torpezas del equipo antes, durante y después de los atracos. Pero es lógico: disminuye su efectividad cuando se entrega al rancio melodrama romántico.

Un “pelele” es definido básicamente como una persona simple e inútil. Sin embargo, esperemos que no se queden ahí. El riesgo de la apuesta nocturna se va a medir no tanto en el arrebato y ansiedad de demostrar que hay una nueva línea editorial o un sello más pop. Se va a evaluar en cuanto alcance, en la medida de lo posible y graduando las exigencias de la televisión, ciertos niveles de complejidad en el relato y en los personajes. Si no lo logra, al menos quedará instalada en el ancho terreno de lo reguleque.

PELELES (Canal 13)

Dirección: León Errázuriz y Roberto Rebolledo Con: Claudio Arredondo, Daniel Alcaíno, Mario Horton, Néstor Cantillana, Cristián Campos, Carolina Arregui, Mariana Loyola, Blanca Lewin, María José Bello, Adriano Castillo, Martín Castillo Horario: Lunes a Jueves 22:25 hrs.