Una mujer graba videos pornográficos (Carolina Jullian), un gigoló se jacta de sus disfraces (Cristián Carvajal) y un muchacho, apodado "el soldadito", (Guillermo Ugalde) se está iniciando sexualmente. En mayor o menor medida, estos tres personajes (Ella, El Uno, El Otro) personifican el rol de Erich Von Stroheim, figura real aludida en el título de este semimontaje presentado en el pasado Festival de Dramaturgia Europea Contemporánea.
Actor y director de cine judío-austriaco, Von Stroheim abandonó sus estudios en la Academia Militar de Viena en 1909 para irse a Hollywood, donde se nacionalizó. En 1922, fue despedido del estudio donde trabajaba tras escribir, dirigir y protagonizar Esposas frívolas, una historia sexual que ocurría en Montecarlo.
En consecuencia, el dramaturgo francés Christophe Pellet toma como punto de partida a dicho artista para hablar de una condición humana agónica, descentrada y carente de afectos. Esta posición filosófica se deja ver en una obra donde la densidad de la palabra predomina por sobre el argumento.
Con el objetivo evadir los sinsabores del entorno y huir de sí mismos, el trío protagónico se somete al deleite físico y a la sobreactividad. Sin embargo, termina consiguiendo lo contrario: despertar una vocación tanática de naturaleza destructiva y mortífera. Y si acaso buscaba la felicidad, elige un camino erróneo y obtiene sólo el espejismo de ella, su imagen proyectada sobre una pantalla o reproducida en un computador.
Puestas así las cosas, sus juegos vuelven banal y convencional la experiencia del sexo. Por eso aquí no se muestra siquiera una gota de erotismo, concepto hallado en las antípodas de la rijosidad extrema exhibida por estos seres limítrofes, quienes se mueven en una cuerda tensa de disociación e inspiran grados proporcionados de compasión y desprecio. Esta circunstancia está acentuada por una musica incidental distintiva del cine negro.
Desde el punto de vista narrativo, la modalidad que rompe la unidad espacio temporal -zonas son aisladas por la iluminación para escenas independientes- se plantea coherente a la conciencia desgarrada del trío. Por su lado, el dispositivo escénico ordenado y perfecto no hace sino subrayar, por contraste, el encubrimiento de la intimidad de los personajes. No hay en esto último pretensiones de realismo sicológico, más allá de que El Uno recuerda un episodio traumático sufrido cuando niño .
Las ideas de Erich von Stroheim resuenan en una sociedad que concibe al cuerpo como vía de escape y de liberación del dolor. Durante la casi hora y media de representación, el ajetreo de los actores en escena, de una cosa a la otra, de una nada a la siguiente, construye una triste coreografía de la elusión. Propuesta escrupulosa, llena de contenidos, alegorizando un antimodelo social y, quizás por ello, nunca de fácil asimilación.
ERICH VON STROHEIM
Dirección: Rodrigo Pérez Dramaturgia: Christophe Pellet Con: Cristián Carvajal, Carolina Andrea Jullian, Guillermo Ugalde Diseño Integral: Catalina Devia Producción: Teatro La Provincia